Les comparto en esta ocasión cómo y cuándo se llevó a cabo mi primera experiencia de estar frente a grupo.
Mi profesión de origen es Química Farmacéutica Bióloga con orientación Bioquímica Microbióloga, egresé en Diciembre de 1977 de la Universidad Autónoma de Guadalajara, incorporada a la UNAM. Hubo un espacio en mi trayectoria académica para que me otorgaran la fecha de mi Examen Profesional (corría la primavera del 79), por lo que aproveché para trasladarme a mi tierra natal, Guamúchil, Sinaloa. Estando en esa espera, me ofrecen del CECyT 205 (actualmente CBTis 45) impartir la materia de Problemas Biológicos a un grupo, mismo que acepté gustosa, en parte por mi ‘arrojo de juventud’, en parte por disfrutar mantenerme estudiando y actualizada. Ese primer encuentro con la docencia tuvo una duración de dos años y recuerdo que los viví con alegría.
Posteriormente, estuve radicando seis años en el Distrito Federal, de los cuales trabajé tres en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía en el Laboratorio de Radioinmunoanálisis, pero el terremoto de 1985 me hizo reflexionar sobre lo alejada (físicamente, no en afecto) que estaba de la familia y decidí que terminando mi contrato, el 31 de enero de 1986, me regresaba a Sinaloa. En el aeropuerto de México, uno de mis hermanos saludó a quien sería Director del CBTis 224 en Culiacán y le preguntó si yo quería trabajar dando clases. La respuesta fue un emocionado si. Por esa razón, a partir de febrero de 1986 y hasta la fecha, trabajo en Culiacán, donde a lo largo de estos 23 años pienso que es un honor desempeñarme como facilitadora de adolescentes, me he entregado con pasión a mi quehacer docente y siento una enorme alegría y satisfacción cuando los egresados siguen preparándose (estudiando y/o trabajando), se convierten en personas realizadas, forman sus familias, progresan y cuando me los encuentro me saludan con cariño y gratitud, mismos sentimientos que ellos también despiertan en mi. De hecho, algunos egresados actualmente son compañeros docentes extraordinarios en el plantel donde laboro.
Lo que ha significado ser docente en educación media superior me hace sentir realizada, feliz, jovial, en cierta forma porque creo que al convivir entre la juventud, me contagio de optimismo y entusiasmo. Por otra parte, algunas insatisfacciones las vivo cuando ciertos alumnos (por fortuna son minoría), invierten el tiempo en otras actividades que los alejan de su preparación académica, cuando me instalo en la comodidad de lo conocido y desaprovecho actualizarme, cuando no dedico el tiempo suficiente a cada uno de los jóvenes por atender grupos muy numerosos (50 alumnos), cuando no me doy el tiempo necesario para mostrar empatía y emito juicios de valor. Por ello, tomo conciencia de estos hechos y me doy la tarea de mejorar mis actitudes, para contribuir con las generaciones venideras en una verdadera formación para la vida. Estoy convencida que soy una eterna aprendiz.
Un cálido abrazo, Lily.
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